Los textos que esta a punto de leer contienen un alto porcentaje de ficción creada por mente del escritor, no sea tonto y aprenda a discernir.

martes, junio 10

Ya no sé que haré esta noche...









He pedido un vaso de sangría. No suelo beber regularmente, ir a bares ni mucho menos rodearme de este tipo de gente, para ser sincero “La Roja” es el único bar al que vengo, una vez cada dos meses para ser exacto.
La razón es simple, hoy no tenía nada que hacer, estaba aburrido, mi mejor y único amigo debe andar perdido por algún lugar de esta pequeña y entreverada ciudad, seguramente con su enamorada, haciendo cosas que ya luego me contara detalladamente; quedarme en casa no es una opción, no soporto tener que verle la cara a mi hermano que hoy esta más idiota de lo normal; usualmente no hablamos, un hola y chau, ni hermanos ni amigos, pero hoy jode como loca arrecha; mi hermanita es imbécil o no se qué, ha pasado el dia entero idiotizándose con el Messenger, probablemente buscando desde ahora alguien que le de vuelta dentro de un par de años, quizás menos, tonta, tonta puta; no he visto a mamá desde la mañana, a la pobre la explotan allí en la clínica donde trabaja, antes no trabajaba tanto, antes de que se vaya papá.

La mesera deja la sangría en la mesa, le doy seis soles y se va, tomo un sorbo, sabe amargo, como yo.

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Me he olvidado de todo, no puedo dejar de mirar a la chica que está a dos mesas de mi; es probablemente de mi edad e inmensamente atractiva, posee una mirada que emana sensualidad, sus labios… carajo, quiero besarlos; tiene un peinado de esos a la moda con flequillo recto, usa un polito con cuello en “V” que deja notar el hipnotizante tamaño de sus senos, unos jeans ajustados y botas que probablemente estilizan sus piernas y trasero.

Con una mezcla de valentía y atrevimiento que hasta el momento desconocía en mí, me levanto y me acerco a su mesa.
- Disculpa, te veía sola y… me preguntaba si podría sentarme contigo. -Titubeo. En realidad no se que decir, nunca he sido un “Don Juan” pero al menos tengo cerebro y algo de atractivo a mi favor.
Me mira confundida pero a la vez fijamente como si analizara si merezco su compañía, odio este momento, ¿quién se cree?, ¿me piensa rechazar?, que no se haga la santa, ¿para qué ha venido sola a un bar?, dudo que para pensar que dirán en misa mañana, vamos perra deja que me siente. Toma un sorbo de su bebida cuyo nombre no podría definir, luego me mira nuevamente.
- ¿Disculpa cómo te llamas? - Pregunta con una voz tierna, me desconcierta.
- Manuel… ¿Por?
- Mira Manuel, tengo enamorado, así que mejor…
Me río un poco y la interrumpo. La odio por tratar de rechazarme, bruta idiota, se hace la decente pero probablemente si fuera más alto y corpulento se me entregaría al instante.
- No son esas mis intenciones, simplemente quería conversar un poco. - Miento y sonrió descaradamente fingiendo cara de niño bueno.
- Si quieres siéntate entonces. Manuel, ¿no? - Pregunta.
- Sí. - Sonrío. Quiero escupirle.

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Vamos hablando un buen rato, la conversación se hizo por si sola, se llama Andrea, tiene veinte años, uno mas que yo pero ella no lo sabe, me ha tomado algo de confianza contándome cosas que no recuerdo ni me importan, pues ya estoy cansado de escucharla y fingir que me interesa lo que dice, me importa solo lo que puede darme, un delicioso rato de placer, por todo mi esfuerzo no me contentaría con solo besarla, quiero tocar, lamer y besar todo lo que pueda ofrecerme. A ratos roza su pierna sutilmente con la mía, la tengo parada, no me refiero a mi pierna.
No se nota deprimida cuando cuenta que esta tarde discutió fuertemente con su enamorado, como toda novia perturbada dice que el ha cambiado, se la ha tirado definitivamente. Mientras tanto, ahora yo rozo mi pierna con la suya, la deseo tanto…
- Si pues, así somos, les bajamos las estrellas y luego nos olvidamos. - realmente no estoy mintiendo.
- ¡Que lindo que estés de mi parte!, pero…seguro tu también eres así, ¿no? - está coqueteándome descaradamente, su pierna sigue rozando la mía, no estoy imaginando.
- Existen excepciones. - Nuevamente miento y ella me sonríe.
¡Es el momento!, sin dudarlo meto mi mano bajo la mesa y le toco el muslo con firmeza y deseo, al instante todo se jode, ¡puta madre me cagué!, ella la retira y me lanza una bofetada rápida y brusca, hace tambalear la mesa, su bebida cae al suelo, se derrama, por suerte no se rompe el vaso.
- ¿Qué tienes? ¿Qué me tocas?, ¡idiota! - Grita furiosa, por suerte pocos la oyen debido al ruido del local. Quedo frío por un instante, debería mandarla a la mierda, ¡calientahuevos!, estoy seguro de que quería eso y más, ¡puta!, ¿Quién se cree?, que no joda haciéndose la santa, quisiera golpearla. No…, no puedo, debo calmarme, no ganaría nada haciendo eso, tiene que pagármelas de otra manera y creo saber como.
- Jajaja, disculpa, no creí que te molestaría tanto. - risas fingidas, hacerme el cínico es la mejor opción ahora.
- ¿Qué me crees?, ¿una zorra?
- Para nada, en serio discúlpame, no debí haberme propasado, yo soy el que se pasó de tarado, déjame al menos pedirte otra bebida ya que la tuya se echo a perder, por favor.
- ¡No!…, me voy. - Intenta alejarse pero la cojo del brazo.
- En serio, es mi forma de disculparme, déjame invitártelo…por favor. - Pongo la expresión más sincera y suplicante que puedo. Esta costándome. Aparentemente esta funcionando, me mira a los ojos por unos cuantos segundos y parece ceder pues su brazo ya no opone resistencia. No dice nada. Solo mira su reloj.
- Gracias Andrea. - Muestro un rostro de renovada emoción. Me mira desconcertada, ni ella misma sabe porque aún sigue ahí.

En la barra pido dos Sheridans. Saco dos cosas de mi billetera, un billete de veinte que cubre el gasto y la “pepa” que me dio un compañero hace meses, la guarde por curioso, no pensé verla ahora caer dentro del castigo de Andrea.
Camino a la mesa, miro el vaso, la pastilla esta casi disuelta, la revuelvo un poco, observo a Andrea de espaldas, no me equivoqué, su trasero es maravilloso, tomo un sorbo de mi vaso, sabe dulce.

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Tiene el vaso en la mano, no volvió a sentarse, definitivamente las cagué al arriesgarme tanto, lleva el vaso a la boca, me mira fijamente, probablemente sigue indignada, no estoy nervioso, no parpadeo, no me sudan las manos, pareciera una competencia de quién parpadea primero, ella pierde, bebe un sorbo y me mira ahora con desprecio.
- Eres un pobre cagado. - dice y no me duele, es mentira, le gusto, si no se hubiera marchado antes.
Acaba el trago de golpe, coge su cartera, se voltea y sale por la puerta. Me río por dentro, ¿crees que has ganado la partida, tontita?; por mi parte, no me apresuro, prendo un cigarrillo, doy dos pitadas y seco mi vaso, me cuesta, atora mi garganta, pero pasa.
Me levanto y salgo también, la veo en la esquina esperando taxi, no la dejaré ir, esta noche se va conmigo, voy en camino.
No me resulta difícil, ruego mil veces que me disculpe, le digo que mentí, que me gusta, que es diferente, especial; hacer tiempo…, ¡simple!, cuestión de repetir las mismas ideas sucesivamente, notoriamente terco y obstinado, vacilar, así intento conmover con supuestos sentimientos de duda y nerviosismo, era de esperarse, nada la hace cambiar de idea, me insulta, repito mi acto, más rechazos, suplico, odio suplicar, me cobraré luego.
Pasan diez o quince minutos ella comienza a tambalearse, se acabó la espera, repentinamente, noto que no puede mantenerse en pie, la sostengo antes que caiga.
- Has tomado mucho, seguro el aire frío te ha caído mal. - ella contesta cosas indescifrables.
- Déjame llevarte, quiero enmendar mis actos. - Ella asiente.

Le he dicho al taxista que nos lleve a un hotel ubicado a pocas cuadras de aquí, Andrea aceptó, supuestamente no podía llevarla a casa en ese estado.
Le cojo la mano, no hay rechazo, ahora toco su cabello de forma tierna y parece que sonríe, la beso, sabe amargo pero a la vez dulce, se deja llevar. He ganado el juego.

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Me apresuro en quitarle la ropa, se deja, se entrega, me quita la camisa con desesperación, puedo oler su deseo, nos besamos y tocamos de forma lujuriosa, de repente todo se detiene, suena un teléfono, no es el mío, viene de su cartera, lo cojo y veo la pantalla, “amorcito” llama, definitivamente su novio, pobre tipo, si nos viera ahora…; ella toma el teléfono y cuelga, nadie debería llamar ahora, es mi momento, mi mujer, al menos por unas cuantas horas.
Nos echamos en la cama, es cómoda pero nada lujosa al igual que la habitación, no necesito más, este lugar es perfecto.
Su desnudez es majestuosa, curvas sublimes, nada que sobre ni falte, el tono rosa de su sexo me invita a entrar, no pierdo tiempo, no necesito besarla, tocarla ni masturbarla, ¡rituales odiosos!; entro en ella sin dudarlo, sin protección y sin escrúpulos, lo disfruta, a mi me encanta, me muevo rápidamente sin seguir ningún ritmo ni buscando desempeñar un buen rol, no me importa nada más que el placer que siento, solo soy yo y aquel cuerpo perfecto, nuevamente suena el teléfono, nadie contesta, seguimos en lo nuestro, ella gime, grita, pide más, sabía que así sería, mía, solo mía, no había escapatoria, lo supimos desde el momento que cruzamos miradas, no hubiera podido ser diferente, me la hizo un poco difícil, pero ya no importa, tampoco me importa ella, por eso sin miedo acabo dentro de su cuerpo, fue rápido, no valió el esfuerzo.
El teléfono ya no suena, queda el silencio.

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Fumo el último cigarrillo mientras veo a la gente pasar por la calle desde la ventana de la habitación, son casi las tres de la mañana, la gente esta en plena rutina sabática, me dan pena, asco, yo no soy como ellos, soy mejor, soy diferente, al menos yo me doy cuenta de la mierda que es todo esto, ellos nunca lo notarán; al igual que Andrea, ahora que volteo a verla, me da asco al igual que los demás, ya no me apetece, me parece vacía y sucia, en estas condiciones ni siquiera deseo tocarla.
A pesar de todo, estoy tranquilo, feliz, esta noche supo sorprenderme.
Mi última pitada y la colilla vuela a través de la ventana.
Algo repentino sucede, Andrea se levanta y empieza a vomitar espuma y residuos en el suelo, siento asco, más que antes, cae y comienza a convulsionar, ¡qué carajo pasa!, ¡Por qué esta así!, ¡es por la pastilla!, ¡se va a morir!, ¡qué mierda hago!.
Me pongo al lado de ella, la sacudo, la llamo por su nombre, ¡Andrea, Andrea!, no responde, no se detiene, tengo miedo, no quiero que se muera, no, no es eso, no quiero que me caguen, no quiero ir a la cárcel, eso no es para mi, no me lo merezco.
Estoy a punto de salir por la puerta pero algo me detiene, ¿miedo?, ¿remordimiento?, quizás, ¿se va a morir?, carajo…
Suena nuevamente su teléfono, creo saber que hacer, no soy un asesino y no quiero serlo tampoco, contesto muy nervioso, es su novio, tengo que calmarme.
- Alo, escucha atentamente y cállate, no digas nada, tu flaca esta cagada, tienes que venir a recogerla ahora mismo al hotel…
- ¡Qué mierda hablas huevón!...
- ¡Cállate mierda, tu solo ven y…
- ¡Qué carajo haces ahí Manuel!, ¡por qué mierda tienes el teléfono de Andrea!

Recién lo note, esa voz…, es mi hermano. Cuelgo el teléfono, lo dejo caer, no tengo fuerzas, no oigo nada, caigo arrodillado frente al cuerpo desnudo de Andrea, ha dejado de moverse.

- Daniel Arce Paredes, otro huevón mas. -
P.d. Este es un cuento que presente a un concurso en el cual perdi totalmente pero lo cuelgo para que lo lean. Todo es ficcion, casi todo.